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La exposición "Cristino de Vera. Esencia y fugacidad" presenta 65 obras recientes del creador canario

jueves, 14 de junio de 2007

La exposición “Cristino de Vera. Esencia y fugacidad”, que se inaugura esta tarde en el Museo de Navarra, donde permanecerá hasta el próximo 9 de septiembre, presenta obra reciente de este creador canario. Concretamente, se exponen 65 cuadros, de los que 23 están pintados al óleo sobre lienzo y 42 son dibujos realizados con tinta china sobre papel. Cuarenta y siete obras han sido prestadas por el IVAM (Institut Valencià d`Art Modern), dependiente de la Generalitat Valenciana, y las restantes por algunos coleccionistas particulares.


"Dos tazas y espejo", de Cristino de Vera

"Dos tazas y espejo". ( ampliar imagen )

El Museo de Navarra colabora con frecuencia con otros museos e instituciones culturales para realizar su programa de exposiciones. La colaboración del Museo de Navarra con el IVAM ha sido habitual, y su precedente más inmediato es el año 2003, cuando se organizó una exposición dedicada a George Grosz con fondos también provenientes de este museo.


El catálogo de la exposición de Cristino de Vera cuenta con textos del Rafael Sierra, comisario de la muestra, y de Barbara Rose, Raquel Gutiérrez y Elena Pita.


La exposición estará abierta hasta el 9 de septiembre de 2007. Podrá visitarse de martes a sábados, de 9,30 a 14 y de 17 a 19 horas, y domingos y festivos, de 11 a 14 horas. Los lunes y el 7 de julio el Museo permanecerá cerrado.


Cristino de Vera pertenece a la generación de los artistas españoles que emergieron en los años posteriores a la Guerra Civil. El artista reconoce en sus inicios la influencia de la tradición trágica barroca y en sus procesos creativos las prácticas de meditación cercanas a las místicas cristiana y oriental. Considerado por algunos como un anacoreta de la pintura, ha mantenido su trayectoria al margen de los grupos y corrientes artísticas predominantes, aunque manifiesta su admiración por algunos pintores abstractos contemporáneos, como Rothko o Pollock, “capaces de pintar la nada con unos simples colores”.


Nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1931, Cristino de Vera inició su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios de su localidad natal en 1946, con Mariano de Cossío, su primer mentor en la creación artística. A través de su influencia conoció el postcubismo y la poesía de la generación del 27. También siguió las enseñanzas del escultor Alfonso de Reyes. En 1951 viaja a Madrid, donde completa su formación y visita el taller de Vázquez Díaz, el Casón, el Círculo y la Escuela de Bellas Artes. Presentó su primera exposición individual en la galería Estilo de Madrid en 1954. Le siguieron otras exposiciones individuales en la capital de España: Sala Alfil en 1956 y 1957, o Ateneo de Madrid en 1959. El misticismo de su pintura fue elogiado por los poetas Gerardo Diego, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo y José Hierro.


Cristino de Vera siempre se ha mostrado interesado por la desolación del paisaje castellano, así como el bodegón, que tempranamente derivará hacia la vanitas, temas recurrentes en su obra. "El arte es una forma de rezar, de expresar un sentimiento de religiosidad indefinido, sin un dios con nombre declarado. Necesito pintar como ejercicio espiritual. Los artistas de todas las épocas hablan de rapto de la inspiración, de momentos en que no son del todo conscientes de lo que hacen. Son momentos de éxtasis, en los que el artista es un médium", afirma. La mayor parte de los autores que han estudiado su obra coinciden en señalar que Cristino de Vera pinta lo que queda después de la mirada.


A medida que su pintura evoluciona hacia formas cada vez más depuradas, sus figuras van a verse reducidas a lo esencial, alejadas de las grandes formas de sus primeros años. Despojada de todo tipo de accesorios, su pintura incide en los aspectos que aluden a la espiritualidad.


En las décadas de 1960 y 1970 participó en exposiciones colectivas en casi todo el territorio español, así como en exposiciones internacionales, y recibió el Premio y Beca Juan March, con la que recorrió Europa. En 1958, participó en la Bienal de Alejandría; en 1961 en la II Bienal de París; en 1963 en la Bienal de Venecia, y en 1964 en la Feria de Nueva York. En febrero de 1974 presentó una exposición en la Rutland Gallery de Londres, y en diciembre de ese mismo año inauguró otra individual en la galería Sur de Santander. El 74 también es el año de su primera visita a Estados Unidos. En 1975 conoció India y Brasil, y en abril de 1976 el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria presentó una antológica de su obra en el Castillo de la Luz.


Participó en las ediciones de ARCO de los años 90, 92 y 94. En octubre de ese año el Gobierno de Canarias organizó una antológica, integrada por obras realizadas en las últimas cuatro décadas, que se celebró en el Centro de Arte la Regenta de Las Palmas de Gran Canaria.


Cuando prácticamente se había retirado a un exilio interior se produjo su reconocimiento oficial: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid le dedicó en 1996 una exposición sobre su obra en papel, a la que seguiría una muestra sobre sus dibujos en el Centro Atlántico de Arte Moderno. En 1997 cedió gran parte de su obra al Gobierno de Canarias a condición de que ésta fuera expuesta. En 1998 se le concedió la Medalla de Oro de las Bellas Artes Canarias y el Premio Nacional de Artes Plásticas. Su obra está representada en colecciones y museos como los de Tenerife, Ibiza, Museo de Arte Contemporáneo de Madrid o en el Museo de la Solidaridad “Salvador Allende” de Santiago de Chile.



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